jueves, 26 de enero de 2012

Nada ni nadie nos la borra*

Llueve, mucho. Apenas se puede distinguir al hombre que está bajo la luz de la única farola encendida. Apaga el último cigarrillo del día. Suspira. Se apoya en la pared. De repente, te ve. Le miras a los ojos. En su boca se dibuja una sonrisa, pero sus ojos no la siguen. No puedes decir nada porque sabes que nada borrará la tristeza de sus pupilas. Haces lo único que puedes hacer. Te acercas despacio y lo rodeas. Le abrazas como hacía mucho que no abrazabas a nadie. Sientes las contracciones en su estomago: está llorando. Pasan los segundos. Minutos. Horas quizá. ¿A quién le importa realmente? Poco a poco él se separa. Te coge la cara entre sus manos y sonríe. Esta vez, una sonrisa sincera.

Has hecho poco, y sin embrago, ha sido suficiente. No sabes por qué pero verle sonriendo, a ese amigo que hace unos instantes lloraba, te demuestra que nada, nada en absoluto, puede borrarnos la sonrisa *cuando estamos dispuestos a conservarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario