Es curiosa la forma en que pasa el tiempo, en que vemos la vida según vamos creciendo. Cuando apenas somos unos niños que acabamos de llegar a nuestro nuevo "cole" con nuevos y, ya a estas alturas, viejos compañeros que nos acompañan desde la guardería. Como poco a poco vamos haciendo recuerdos vagos y algo irreales, pero recuerdos al fin y al cabo.
Vamos poco a poco subiendo las escaleras y con alguna bronca y muchas sonrisas, nos vamos haciendo mayores, sin quererlo, sin pretenderlo.
Cambiamos incluso de edificio sintiéndonos los mejores y siendo, a la vez, unos enanos, creyéndonos que podemos hacer lo que nos venga en gana.
No nos damos cuenta hasta que entramos en ese pasillo que ya se acaba, lo que ha sido nuestra vida hasta ese momento se acaba. Se acabaron las tardes saliendo a prisa cargados con la bolsa de entrenar, corriendo para no llegar tarde. Se acabaron los mediodías en teatro porque la obra necesita ensayos. Se acaban los partidos a primera hora de la mañana y los recreos deseando poder ir al patio de los mayores.
Se acaba, en definitiva, todo lo que hemos conocido hasta ahora y, aunque todos lo estamos deseando y nadie se atreve a decirlo demasiado alto, tenemos miedo de lo que pueda pasar más allá de esas puertas verdes. Sabemos que no tendremos esa sonrisa de buenos días ni esos cuidados cuando nos encontramos mal que nos dan en portería. Sabemos que no tendremos más a todos los profesores ahí, que aunque muchas veces no recurramos a ellos y otros muchas lleguemos incluso a creer que les hemos cogido odio, sabemos que están. Porque es difícil, aunque no lo creamos llegar a sentir que la familia puede ser algo distinta a lo que conocemos en nuestras casas.
Está claro que no toda nuestra vida está entre esas paredes, pero he de admitir, a título personal, que una gran parte de los muchísimas cosas buenas, y también algunas de las malas, las tengo por ese lugar, por esa gente. Ya no solo hablamos de la educación y todo lo aprendido, hablamos de la gente, de los recuerdos, de un montón de historias que contar y con las que arrancar sonrisas. Porque al fin y al cabo, media vida está ahí dentro y eso solo lo entienden quienes llevan toda la vida ahí.