Estoy bloqueada. Bloqueada hasta el punto de no ser capaz de aislarme de mis propios pensamientos. Cada vez las noches duelen más.
"Una enamorada más" podría pensar cualquiera que me leyera ahora mismo, lo siento pero no, esta vez no hay nadie que nos haga estar así y quizá sea ese el problema, que no hay un causante externo que nos haga llorar y temer al momento de tener tiempo para pensar. Porque si ese fuera el problema, la solución sería relativamente fácil, olvidar una vez más y tirar para delante.
Pero esta vez las cosas no son tan sencillas. Cuando creíamos que ya habíamos superado nuestro bache no encontramos frente a una montaña entera. Cuando pensamos que ya no se repetiria, se repite una y otra vez, empeorando por momentos.
Quizá el problema seamos nosotros, incapaces de borrar todo lo que nos mata poco a poco por dentro. Incapaces de matar nuestros complejos o por lo menos anularlos en lugar de ampliarlos hasta que nos convertimos en un defecto con piernas.
Cuando llegas a puntos exagerados, cuando ya no sabes ni cómo mirarte, ni cómo hablar sin sentirte mal, cuando las cosas han llegado a un punto doloroso y temes que lleguen las noches y la oscuridad. Es en ese momento en el que un corte con un cuchillo es menos doloroso que lo que sientes a la altura del estómago.