jueves, 31 de julio de 2014

Tumbado sobre su cama, fijaba la vista en las pequeñas estrellas que decoraban su techo. Por el rabillo del ojo, la veía buscar entre la ropa del estante, sosteniéndose sobre las puntas de sus pequeñísimos pies.
Ella buscaba el vestido adecuado. No sabía para qué debía ser adecuado, pero debía serlo.
Él se moría de ganas de decirle que así (des)vestida con aquel conjunto,  estaba perfecta. No había conocido nunca a ninguna chica cuya figura se ajustara tan bien a un simple sujetador. Ella hacía que dejara de ser "simple".
Cuando su mente volvió a aquella cama, ella estaba frente a él, vestida con un precioso vestido de asas. Se incorporó, y se sentó frente a ella. Le acarició la mejilla suavemente y la besó, dejando que sus manos se encargaran solas de sacarle aquel vestido que tanto tiempo le había llevado encontrar.

Ella estaba en cuclillas ante la maleta, ya medio vacía, y poco a poco, prenda a prenda, le iba pasando el contenido. Con suavidad, él la recogía y la ponía en el armario, en ese espacio que había reservado especialmente para ella.
Cogió ese vestido que tanto le gustaba, esa forma de ajustarse a su cintura... Coger solo el vestido le sabía a poco así que aprovechó y se llevó en el mismo paquete la muñeca de ella. Tiró suavemente hasta tenerla de pie, frente a él, a tan solo unos centímetros de su boca.

miércoles, 30 de julio de 2014

  Entró en el café alejándose así de la bulliciosa  calle que no le dejaba pensar. Se sentó en una mesa apartada junto a una ventana desde la que podía observar a un pequeño gato callejero disfrutar del último rayo de sol de la tarde.
  Ella se acercó, llevaba sobre la bandeja  su café. Sabía lo que tomaría, antes incluso de que él lo supiera. Lo dejó sobre la mesa y se alejó, una vez más, como cada noche, vestida con esa sonrisa torcida por la que se tomaba un café cada noche, aunque eso le hiciera estar en vela durante horas.

  Se terminó la taza. El sol había desaparecido dejando tras de sí una luna casi imperceptible. Se puso la chaqueta y se abrigó antes de salir a la fría noche. Salió. Comenzó a caminar. Tan solo llevaba un puñado de pasos cuando escuchó una puerta que se abría para luego cerrarse y unos pasos apresurados, como de pequeños pies saltando sobre la fría acera. Sin hacerse esperar, la notó, agarrada a su brazo, como siempre que salía del café. La miró y le sonrió como solo ella hacía. 






lunes, 21 de julio de 2014

Un mes y medio y he aprendido que es lo que quiero hacer en mi vida. Me he visto rodeada de cientos de personas (y creo que no exagero al decir cientos) que, poco a poco, me han cambiado por dentro, me han ayudado a saber qué quiero hacer y quién quiero ser y soy.
Igual todas estas personas no saben lo que han conseguido cambiar en mí, ni siquiera yo sabría decir qué hizo cada una, pero sé que todos juntos me han hecho ser como soy.
Gracias, pequeños (y no tan pequeños)
Bajó del paseo y, con los zapatos en la mano, hundió los dedos en la arena sintiendo cada grano rozando su piel. Algunos mechones perdidos de su melena, bailaban al ritmo de la brisa marina en un danza que solo ellos entendían. 

Recorrió la playa con la mirada y allí, al fondo de una playa desierta, perdiéndose en la inmensidad de la orilla estaba la persona que había ido a buscar. Llevaban meses sin verse y sin embargo, al primer cruce de miradas el pasado se abalanzó sobre ellos y se olvidaron de lo vivido para empezar desde cero.