Allí sentada entre sus piernas y apoyando la espalda sobre su pecho, pasaba el rato mientras le enseñaba todo lo que había dibujado hasta entonces. Cada vestido y cada pieza diseñada para una ocasión diferente, para un momento de su vida concreto.
Jamás de confesaría que muchos de ellos tenían su origen en él, en todos esos ratos que se había imaginado junto a él, en verano o en otoño, pero siempre junto a él. Jamás le diría que más de la mitad del trabajo de su último año, se debía a esa magia que ejercía sobre ella y que le permitía soñar con imposibles.
Jamás ninguno le confesaría al otro que todo lo que había podido hacer hasta esa fecha, era porque estaban ahí, inspirándose, sin quererlo, mutuamente.