domingo, 9 de febrero de 2014

Si de algo te das cuenta estudiando una carrera como magisterio es de todo eso de lo que en nuestro día a día no nos damos cuenta, todo lo que no queremos creer ni ver.
 Llevo apenas medio curso y sin embargo, a estas alturas soy cien veces, o incluso mil, más conciente de que nuestro gran probema es la educación (mejor dicho, la falta de la misma).
  Menos deporte en cada medio de comunicación, menos bombo a los mismos asuntos durante semanas para que luego desaparezcan sin dejar más rastro que las personas afectadas que serán silenciadas. No digo que no sean  necesarios estos espacios, pero sin duda, es vergonzoso que nos coman la cabeza durante horas diarias viendo como unos tios corren detrás de una pelota para lograr ganar unos cuantos miles de millones por meter un simple gol, porque nos guste el deporte o no, en este mundo solo lograrás llegar a algo, solo serás "importante", si juegas al fútbol. Mientras esto pasa, nosotros, cada mañana, le giramos la cara a esas personas que deben esforzarse cada vez más para llegar arrastrándose a fin de mes.
 Le damos importancia a tener el mejor móvil, a tener la última moda de todo: electrónica, ropa... y no nos damos ni cuenta de que lo único que va a lograr que alcancemos ese objetivo que todos tenemos, digáis lo que digáis, de ser feliz es que empecemos a ser un poco críticos con nuestros actos y con nuestra sociedad, porque como sigamos así estarán décadas ninguneándonos hasta que venga alguien a acabar con nosotros.
 Menos guerras personales e internacionales y más arrimar el hombro, que pasar la hoja del periórico ante una imagen desagradable es muy fácil, lo difícil es pararse a ver lo que hemos conseguido con nuestros míseros actos.
  Y todo esto deriva de donde deriva, de una sociedad que da importancia a lo material por encima de las personas, que busca educar a un montón de niños para que produzcan más y más hasta que todo esto nos explote en la cara. Educamos a niños desde los 3 años buscando que sean lo mejor de lo mejor aunque eso implique pisotear a su compañero, al mismo que dibujar sin salirse le cuesta más o al que no sabe leer. No nos damos cuenta de que estamos creando más monstruos en miniatura que lograrán acabar con el mundo en apenas un segundo. Los mismos que años más tarde menospreciarán a sus compañeros y amigos por el mero hecho de estar estudiando para ser maestros, esos compañeros que viven con las esperanza de lograr hacer un mundo mejor con todos esos pequeños que aparecen en su clase el primer día de septiembre con cara de miedo y llorando. Esos niños serán sus hijos que buscarán, una vez más, que sus hijos se conviertan en famosos ingenieros y médicos a los que se les caigan los billetes de los bolsillos.

lunes, 3 de febrero de 2014

Entró en aquella habitación y se dio cuenta, con un simple golpe de vista,  de que era completa y llanamente feliz. Quizá no tenía el coche más caro del mercado, ni la mejor casa de la calle, ni siquiera en la mejor calle; pero sabía de que tenía cuanto necesitaba para levantarse cada día con ganas de vivir nuevos atardeceres que le arrancaran sonrisas sinceras.