Ella tenía ciertas teorías que, con el tiempo, todos los que la rodeábamos acabábamos tomando como propias.
Una de ellas decía que hay ciertas cosas que sientan mejor cuando son robadas.
Para explicar esto se basaba en pequeñas cosas de nuestra vida, cosas que a todos nos arrancan una sonrisa.
Para explicar esto te pide que imagines una fuente con la empanada de tu abuela, cuando apenas eras un crío que la miraba muriéndose de ganas por robar esa letra hecha con masa. Te pide que recuerdes ese momento de valentía en el que alargabas tus pequeños dedos para robar esa "B". Que recuerdes la marca de tono más claro que quedaba sobre la masa y el susto que te hizo saltar al ver a tu abuela mirándote antes de ponerse a sonreír y de guiñarte un ojo.
Para explicarte esto, te pide que recuerdes como le robaste aquel beso furtivo en la estación, delante de todo el bus, abrazado por sus coloradas mejillas. Que recuerdes a qué te supieron esos labios.
Para que puedas sentir lo que quiere decir, te pide que recuerdes la sonrisa que le robaste a cualquier bebé mientras esperabas en un semáforo.
Para que la entiendas, te hace volver a tu adolescencia, a ese momento en el que robaste una copa cualquiera que acababan de servir a un desconocido en un local perdido en la noche.
" ¿A que hay cosas que saben mejor robadas?" y sonríe mientras te roba un beso.