La promesa de una buena noche, en familia, con nuestros amigos, invade nuestras habitaciones. En muchas casas la comida ya está preparándose, en otras se ultiman los detalles del vestido o del traje; corbata va, pendientes vienen.
Pero antes toca pararnos, aunque sean unos minutillos perdidos entre miles de horas de preparativos, en todo lo que ha pasado este año, largo y movido donde los haya.
Lo primero que hago al pensar en todo, es sonreír. Sonrío por toda esa gente que he conocido mejor, por los que siguen a mi lado como siempre y por los que ya no están. Sonrío por los que sé que no me fallarán y por los que ya lo hicieron.
Supongo que todo se podría resumir en: él, Zaragoza, Tui, Granada, Ferrol, Zaragoza, Grecia. Parece simple, sin embargo no lo es. Miles de sentimientos se agolpaban dentro de mí. Buscaban salir y bien que lo hicieron hasta, en muchos casos, desaparecer.
He de confesar que el año empezó con un bache, pero una vez superado todo fue sobre ruedas hasta empezar algo que siempre me arrancará alguna sonrisa, en algún momento fue triste pero sé que los buenos recuerdos son más que los malos, ahora que no es más que un buen puñado de ellos.
Un buen campeonato después de un año de luchar, incluso contra uno mismo.
Un final de curso atropellado, agobiado y superado mejor de lo esperado, empezando así lo que sería un verano inolvidable y hasta ese momento inimaginable.
Quizá solo fueran unos diitas en Tui, con esa gente de cerca y de un poco más lejos que solo vemos de año en año, en ese mismo lugar, con esas mismas sonrisas.
Sin ganas, he de admitir, nos metimos en ese coche a las 6 de la mañana, jugando un rato a tetrix, para llegar al lugar que desde entonces tiene un hueco privilegiado en mi corazón. No es difícil adivinar por que un lugar que está permanentemente a mil grados puede ser tan especial. Ellos son la razón, un montón de gente inolvidable, supongo que el que me conozca un poco, por mínimo que sea, ya lo sabe todo sobre ellos.
Casi sin parar por Vigo, recibí la visita de la pequeña a la que más echo de menos cada día, unos días aquí otros allí y un montón de recuerdos después, un duro golpe. Supongo que irme a Zaragoza de nuevo, haciendo nuevos recuerdos, con la gente que se echa de menos, ayuda a superar los golpes y a hacernos más fuertes.
Y ya para acabar lo que para mí sería inolvidable, un año como ninguno, un buen viaje de la mano de la mejor familia que tengo el honor de conocer, con miles de bromas que aún hoy nos arrancan miles de sonrisas.
Jamás debemos olvidar a los que están ahí siempre, sin fallarnos, para decirnos cosas bonitas o para abrirnos los ojos cuando no queremos ver.
Supongo que hoy me toca dar las gracias por todo lo que he tenido la suerte de vivir y por toda la gente que he tenido la suerte de conocer, la de siempre, la de ahora y la que está por venir.
A todos ellos, gracias.