miércoles, 12 de marzo de 2014

Si algo lo caracterizaba a él era su odio por el café, todos los que lo rodeaban lo sabían. No conocía la razón exacta, si era porque el suyo tenía un sabor pésimo o porque, simplemente, no le gustaba el café. Ella cambió ese odio en placer. Esa manera de hacerlo, no sabía cómo, conseguía hacerle volver a su infancia cuando el olor impregnaba el aire de la casa de sus abuelos donde, taza tras taza, durante horas, su abuelo le contaba mil y una historias. 
Todos esos recuerdos combinados con las piernas de ella que se escapaban de su camisa favorita dibujadas con infinitas cicatrices que le daban ese aire tan interesante que le mataba, habían logrado que se aficionara al café.