viernes, 18 de abril de 2014

Dicen por ahí que hay un momento en nuestra vida, no se sabe cuando, en el que crecemos, en el que un día de pronto nos despertamos y nos hemos hecho mayores.

Sin embargo, es obvio que esto no es tan sencillo. Una vez que hemos traspasado la edad legal y socialmente aceptada para considerarte "mayor" quedan muchas, por no decir infinitas, cosas para aprender y asimilar. A esas alturas aún nos queda mucho por madurar, incluso cuando nos consideramos completamente "maduros". No es sencillo cambiar tu vida de arriba a abajo, es cierto, pero quizá sea más sencillo que acompañar lo viejo con lo nuevo, aunque en el equilibrio esté lo esencial. 

Cuando llegas a tus nuevas clases, con tus nuevos compañeros, empiezas a creer que si eso cambia, todo lo demás también lo hará, sin embargo, no lo hace. Sigues atrapada en tu rutina diaria, sí es cierto que ha cambiado la gente y los lugares por los que te mueves, pero no debes olvidar que lo que antes no te gustaba no lo hará ahora, si algo no funcionaba antes ahora tampoco lo hará y si eras prescindible para alguien ahora lo serás también.

Los cambios nos ayudan a darnos cuenta de que quizá lo de antes no fuera tal y como lo veíamos, lo que considerábamos imposible se ha convertido en realidad y lo que era obvio, solo es un reflejo provocado por la lluvia al caer sobre un charco.